lunes, noviembre 14, 2016

Batallando libertades -- Cosa

Deseo mirarme con optimismo, ver las semillas vedecer y a los capullos convertirse en flor. Deseo ser la mano que aja la tierra con la bravura de un terremoto y que la revuelve expulsando de lo más profundo a todos sus gusanos. Deseo ser la mano que imprime la simiente de un árbol que crece y no cesa nunca de crecer. Tener el pulso firme al sostener la espada que escribe puntos finales y que no se desafile nunca mi lengua sin dos caras. No dudo en mis manos que trabajan, que una es de lana y la otra de piedra, como el Dios Coquena, que con una castiga y con la otra acaricia. No dudo del que zanja para llevar el riego que alimenta de un lado a otro del desierto formando valles interminables.

Me he visto siendo, docente de mis docentes, alumno de mis alumnos, compañero de mis compañeros. Me he visto, barajando esos momentos y al dar de nuevo, ser quien soy en otro rol de un momento a otro sin sentir tristeza, ni orgullo, ni vergüenza alguna. Me he visto creciendo, he visto como la semilla oculta en el laberinto que cela el Minotauro ha crecido en mi dejando huella, haciendo sombra, rompiendo paredes, abriendo puertas y ventanas.

Me contemplé parado al borde del abismo dejando que la brisa me acaricie el cuerpo desnudo y me dejé caer. Y cuidé de mis alas de cera, aunque también he cuidado al sol, a quien nunca quise ajar su brillo y menospreciarlo como han hecho conmigo.

He dejado tras de mí un cadáver exquisito con todo lo que he escrito para que otro continúe la obra, un  cuerpo que muere lentamente y vendado camina hacia el abismo, he construido un ser tajante, determinante, expectante, que lo que ve aún lo vuelve a pensar o lo descarta fácilmente.

Ocupar un lugar en el espacio es una tarea que naturalmente cualquier sustantivo puede lograr. Sin embargo ser un lugar en el momento, donde los quienes vayan a jugar, a gozar, a aprender; tal movimiento solaz es el que dio vida a una parte de mí que de tan oculta que estaba pensé inexistente, creí que mi laberinto era el de Creta, sin embargo, mi laberinto era mucho más oscuro, mucho más amargo, mucho más cruel, inverosímil, peligroso y perfecto.

De pronto soy y en este soy dejé de estar. Ya no estoy en donde estaba, no soy carne de un laberinto celado por una semilla que crece ilimitada uniendo sombras, de pronto soy luz y camino, soy morada y destino, soy templo y olvido de una fe y un Dios que han muerto hace rato, pero en mi verbo y mi pasión, ese Dios despierta de cuando en vez y acaricia los párpados vacíos de aquellos que dormidos caminan por un planeta lleno de oportunidades. Sin temor a equivocarme advierto a los gritos que este camino es el peor de todos los caminos, que transitarlo es sufrir tristezas y soledades, que abordarlo nos margina y nos silencia porque los otros temen trashumar errantes por aquí, porque aquí aprendemos realidad y la realidad es como es, aún cuando la llenan de moños, guirnaldas y discursos bellos y manipuladores.

No soy una máquina de reproducir, soy un constructor de mi pensamiento mágico, un artista de la anarquía, el orador de alguna verdad que me supera y de la que desconfío (pues desconfío de todas las verdades).

Recuerdo que en ese que fui me dejé morir sin embargo hoy comprendo que nada ha muerto porque nadie era. En este que soy, toda huella es simiente que crece y florece  puesto al fin hoy, soy. Soy parte de tu huella, soy parte de tu pie, soy parte de la tierra que pisa tu pie al dejar huella. Soy quien olvida que mañana habré de morir y es por eso que al despertar cada mañana preparo las armas y sigo creciendo hacia el cielo, para hacer una escalera que deje en libertad al Minotauro y a Dédalo volar, tan alto como lo crea necesario.

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