viernes, marzo 07, 2008

El caso poseído de Jonathan Sinclair -- Cuento

Ana era una dulce mujer señor Sinclair. Era buena del pie hasta el alma y me amaba con todo el corazón, dejó todo por mí, nuestras familias desde su concepción estuvieron enemistadas, para que se figure, Romeo y Julieta podría ser una pantomima, tranquilamente, de lo que fue nuestra historia, pero en vez del veneno y el suicidio, lo que a nosotros nos ha separado es mucho más oscuro y extraño que el simple y cotidiano amor. Verá que le dije de Ana que era una dulce mujer, no porque haya muerto, aunque en parte pienso que fue eso lo que sucedió. Me dejó hace pocos días, sé que usted no se encarga de cuestiones del corazón pero... yo soy un hombre bien posicionado, dotado de una virilidad majestuosa y una hermosa habilidad en el arte del amar. Sin dudas ni prejuicios, dispuesto a lo que sea por mi amada, incondicionalmente. Siempre. Digamos que aprendí a amar como Don Juan de Marco, con un amor puro y sincero, tan puro que jamás engañé a Ana, y sepa que no me han faltado oportunidades, pero lo que siento por ella es tan especial que a pesar de haber sentido más de una vez el deseo, este se esfuma solo al cerrar los ojos y ver su sonrisa que siempre me acompaña, como si ésta estuviera tatuada en mis párpados. Lo mismo me sucede con su aroma, siempre que huelo flores la imagen de mi dulce y amante Ana se aparece en mi presente, y sonrío y suspiro enamorado. Lea estas cartas, léalas todas, éstas me las escribía durante el día mientras yo me ocupaba de los negocios, leerá en cada una de ellas la pasión y el amor profundo, tal cual al mío, que ella me profesaba y adoraba. Entrambos nos sentíamos tan profundo que mil novelas de amor o culebrones de Corín Tellado hubiesen podido describir jamás. Una mañana hace poco menos de un año atrás, tuvimos que hacer unas reparaciones en la casa, lo recuerdo porque concordó con los trastornos que empezamos a sufrir mi mujer y yo, no es que crea en cosas sobrenaturales, pero a partir de dichas reformas comenzaron a sucedernos cosas extrañas. Aprovechando las reformas en general, quisimos poner todo nuevo, por lo que llamé a un electricista de confianza que después de revisar todo el cableado, me dijo que no había trabajo que hacer, hacerlo no tendría sentido ya que todo funcionaba de mil maravillas y que de acá a cincuenta años no debería tener molestia ni contratiempo alguno. Pero vio usted como son las cosas, preferí que rehaga toda la electricidad de las casa. El trabajo no debería tardar más de una semana para estar finalizado, pero por estos extraños sucesos que en breve comenzaré a enumerarle, la semana se transformó en semanas y hasta dos meses después y varios grandes sustos, la obra no estuvo finalizada, Cuando usted se refiere a grandes sustos, qué fue lo que pasó? interrumpió Sinclair por primera vez el relato del hombre, La energía eléctrica estaba cortada desde la calle, y por seguridad también los interruptores dentro de la casa, éste electricista es muy prolijo para trabajar y además, tremendamente cuidadoso, viera como valora su vida y la de sus clientes... estaba por tirar un cableado simple, se acercó a aquella lámpara de pie y notó que la misma se encontraba enchufada al toma corriente, se sorprendió y me preguntó si acaso yo la había enchufado, en ese momento yo estaba leyendo el diario en la cocina y Ana se encontraba en el jardín, dejé el diario sobre la mesa me acerqué al electricista para ver de lo que me estaba hablando y vi la lámpara enchufada, le respondí que no, que yo no había enchufado la lámpara, con qué objeto si al fin y al cabo no había energía. El hombre sonrío, crea usted que esa sonrisa pura y blanca que el hombre me daba salía de sus labios al mismo tiempo que un grito desgarrado y doliente llegaba desde el jardín, de los labios de mi amada. Corrimos al encuentro de Ana que se encontraba en el piso tumbada, una serpiente había clavado los dientes en ella, una serpiente señor Sinclair, un áspid aquí... Puede creerlo? tomé lo primero que encontré a mano y le pegué cual garrotazo en la mitad de la cabeza dejando a la serpiente turuleca. El electricista se encontraba pasmado y fascinado, no podía creer lo que veían sus ojos, parecía que de la tierra miles y miles de serpientes salían y se nos empezaban a abalanzar una tras otra, feroces, furiosas, como si fuesen un ejército valiente y desesperado; se nos enroscaban en el cuerpo y nos picaban miles de veces por todos lados. El electricista cayó al suelo como bolsa de papas en un grito desesperado y único, yo traté de luchar, con mi garrote tiré miles de golpes pero los punzantes colmillos envenenados se clavaban uno tras otro en mi cuerpo. Caí, caí desplomado al lado de mi dulce amor, mi rostro quedó junto al de ella, estaba lívida, sin respiración, con los párpados cerrados, los labios resecos. Le juro Sinclair que Ana parecía muerta, completamente muerta, saqué el último resabio de fuerza que me quedaba para apoyar mi mano sobre su rostro frío como el hielo. Quise llorar pero el veneno ya me estaba ganando y apenas me quedaba fuerza para rogar al cielo que encomiende nuestras almas al paraíso, apenas susurré el nombre de Dios, los ojos de Ana se abrieron histéricos, poseídos en su totalidad por una tonalidad negra y vacía, una sonrisa diabólica se dibujó en sus labios y al fin... morí. Claro que no morí, estoy acá ahora hablando con usted, pero esa fue la sensación que tuve y que tuvo también el electricista. Lo sé porque ambos nos despertamos casi al mismo tiempo, tendidos cada uno en un sillón del living, el contratista y Ana nos miraban muy preocupados. Ella estaba al borde del llanto cuando desperté, al verme viera con que amor y ternura me llenó de besos y caricias, Estás bien, estás bien? Me preguntaba una y otra vez como si no pudiera creer que estuviera allí, vivo... qué pasó? pregunté tomándome la cabeza que aún daba vueltas como calesita sin música ni dueño, qué pasó? pregunté de nuevo mirando al electricista que yacía un poco más allá atendido no tan cariñosamente por el contratista. Entre el electricista y yo intercambiábamos miradas sorprendidas, confusas, no entendíamos que sucedía. Yo estaba en el jardín, dijo Ana, y de pronto un fogonazo escapó desde adentro, corrí hacia aquí y al llegar ustedes tenían el cable de la lámpara en la mano, la pared y el piso estaban negros, creí lo peor! Quedé silenciosamente sorprendido, eso no era lo que había sucedido. Miré al electricista y noté que su mirada también poseía una fuerte confusión aunque no sabía si esta se debía al supuesto choque eléctrico o a la misma razón que me atormentaba en ese momento. Todos volvieron a su lugar de trabajo esa tarde, menos el electricista, claro está, que por supuesto se tomó unos días para descansar. No había electricidad en la casa pero el cableado estaba a punto de ser terminado, por lo que decidimos quedarnos y seguir supervisando las obras bien de cerca. Unas noches después del evento del jardín, como a las tres de la mañana, me desperté para orinar y fui al baño, mientras saciaba mi necesidad sentí un pequeño escalofrío en la espalda que me obligó a darme vuelta, no pasaba nada, por supuesto, la cortina de baño se movía suavemente como si una brisa la acariciara, por las dudas la corrí pero nada había dentro de la bañadera, tras la cortina. Tiré de la cadena y cuando volvía a la cama por delante mío vi pasar una sombra audaz, oscura y silenciosa, de una habitación a otra, me quitó el aire verla, supuse que algún alguien aprovechando la obra se había colado en la casa. Rogaba a Dios que fuera algún adolescente con ganas de hacer trapisondas... tomé coraje y me dirigí a esa habitación que ahora es el escritorio, allí dentro hacía un frío polar, tan así era que salía vapor de mi respiración agitada por el miedo. Le juro Sinclair que no solo el frío heló mi sangre, había un algo siniestro en esa habitación, no le puedo decir que, pero sentía la piel transformada en una gallina sin plumas... prendí la luz para asegurarme, para darme valentía y ver cual era el problema, pero no había electricidad Sinclair, no soy un cobarde, le juro que no soy cobarde, pero tuve que retroceder, no sabía con lo que me enfrentaba y tampoco sabía si tenía ganas de enfrentarme con algo, al menos esa noche. Cerré la puerta del escritorio y le eché doble vuelta de llave. No me importó nada, volví a la habitación y allí fue cuando sentí otro gran espanto, al entrar a mi habitación encontré a Ana caída en el piso, como una araña de cuatro patas, tiesa, panza arriba, con todas sus extremidades arqueadas, duras, deformadas, con la boca abierta y desencajada, tenía la cabeza echada hacia atrás y sus ojos negros, vacíos, como si solo fueran pupilas. Unas gotas de sangre caían a modo de lágrimas sobre su frente, debe recordar que su cabeza se encontraba dada vuelta y que la ley de gravedad se hace cumplir siempre a rajatabla, aún con esas lágrimas sanguinolientas. Me acerqué a Ana, la tomé entre mis brazos y le empecé a hablar bajito al oído, diciéndole palabras de amor, recordándole en susurros algunos hermosos momentos que habíamos compartido juntos en nuestras vidas... Ella parecía muerta Sinclair, otra vez Ana moría ante mis ojos, como si el bacilo del tétano se hubiese metido en ella y arrebatado su alma. Lloré desconsoladamente y mis lágrimas bañaron su rostro, me quedé dormido con ella entre mis brazos. Al despertar por la mañana ambos estábamos en el piso a los pies de la cama donde la había encontrado por la noche, acostados juntos y apretados uno con otro. Yo me sentía relajado como si hubiese dormido en la mejor de las camas, ella igual, tenía un humor excelente y estaba más adorable que de costumbre. No le voy a negar que estaba preocupado, fui a ver psicólogos y psiquiatras, a médicos, curanderos, y curas... pero a decir verdad, ninguno me creía, los que se encargaban de las aflicciones físicas me recetaron ansiolíticos, los cambios en la casa producen cambios en uno, me decían... los que se encargaban de las aflicciones espirituales, me recomendaron rezar, ir al templo, sangrar todo con gallinas muertas o con sangre de cordero, o bañarlo todo en agua bendita, como imaginará no hice nada de todo eso, no podía aceptar nada de lo que estaba sucediendo, entenderá usted que dar lugar a cualquiera de estas cosas es aceptarse como loco y esto, de por sí, ya era algo bastante complicado... Faltó algo del escritorio a la mañana siguiente? No que yo haya advertido... Lo que me cuenta hasta ahora es verdaderamente aterrador, y si es verdad, es igual de fascinante, dijo el investigador, pero hasta ahora Ana y usted, por lo que me cuenta, siguen con su idilio, Si, por ahora si, pero no quiero dejar nada en el tintero, no quiero que se pierda de ningún detalle de todo lo sucedido, estoy convencido que cada parte de esta historia es fundamental para que usted pueda desenmarañar este entuerto que me acongoja, Entonces prosiga por favor, prosiga... invitó Sinclair, Después de esa noche me volví obsesivo con las aberturas, no quería saber nada con sombras dando vueltas por la casa, tenía la cabeza embotada, durante todo ese día habían estado martillando en cada rincón de la casa, pusieron clavos y clavitos donde se le ocurra, asegurando así todas las molduras, todos los tabiques, toda la carpintería de la casa, hasta hubo uno, un imbécil, que en la cabecera de la cama, de mi lado de la cama, clavó un clavo. Imagine mi sorpresa al entrar en la habitación y ver a este personaje martillando, hablando o cantando en una lengua extraña. Al verlo llamé su atención y pregunté qué estaba haciendo, pobre infeliz, no me escuchó entrar y se asustó de tal manera que no midió la fuerza del golpe y clavó el clavo hasta el fin hundiendo la cabeza del mismo hasta el yeso. Me puse crespo, le dije que saque ese clavo de ahí inmediatamente orden que acató al instante, debo reconocer que yo estaba muy alterado recuerdo decirle "usted está loco" y él rió pidiendo disculpas. No sé bajo que directiva o por qué había entendido que necesitábamos colgar un rosario en la cabecera de la cama y estaba poniendo clavos para sostenerlo. Nunca tuve ningún tipo de inclinación hacia las religiones, de haber sabido que tal vez me hacía falta lo hubiese colgado, pero no fue así. Recuerdo también preguntarle cómo iba a arreglar ese agujero en la pared y rápidamente lo tapió con yeso dejando un prolijo trabajo donde del clavo ni noticias. Que día largo había sido ese, decir que ese mismo imbécil le solucionó a Ana una tremenda jaqueca convidándole con un té especial. Esa noche pareció mágica, dejamos la ventana del cuarto abierta y el cielo estrellado entraba junto con la luz de la luna, nos miramos a los ojos, Ana tenía el cabello largo y hermoso, su mirada brillaba con una lascivia tal imposible de reconocer en ella... y no fue sólo la mirada, Sinclair, esa noche se encontraba salvaje, caliente y sensual, me tomó como prisionero, me ató a las extremidades de la cama y me exprimió por horas, saltando sobre mí, mordiéndome, a veces hasta sacarme sangre la cual lamía apasionada y después con la boca ensangrentada me besaba y desparramaba sus jugos por mi cara por la de ella, por nuestros cuerpos... frotaba contra mi piel sus senos calientes, se revolcaba encima mío diciendo unas groserías tremendas, corcoveaba cual amazona como si yo fuera un bravo e indomable córcel. En ocasiones me pareció ver sus ojos negros, como aquella noche en la que la había encontrado tendida tetánica en el suelo de la habitación a los pies de la cama. Tan excitado estaba que sentía estar perdiendo cabeza y querer de ella cada vez más... Miles de veces habíamos hecho el amor, pero eso fue sexo Sinclair, sexo salvaje y desenfrenado, parecía ser algo del más allá, le juro y le prometo que en mi vida había experimentado un placer tan sobrenatural como aquel. En un orgasmo ruidoso, en un grito increíble, apasionado y hasta en cierta forma tierno, cayó rendida sobre mi, con todo su cuerpo caliente y desnudo, exhausta. Se quedó dormida como un gato en un cojín, eran como las tres y media de la mañana y en el cuarto hacía mucho frío, por estar atado no pude arroparme ni dormirme hasta más o menos las cinco, cuando ella se despertó súbitamente, me miró a los ojos se sonrojó y cubriéndose con las sábanas se fue corriendo al baño, yo no entendía nada Sinclair, no sabía que le estaba pasando, ya no sabía si la loca era ella o era yo, le rogué que vuelva, que al menos me desate... al cabo de media hora logré convencerla. Me desató silenciosa y dándome la espalda, en posición fetal se durmió sin decirme una palabra. A las ocho de la mañana llegaron los obreros para seguir trabajando en la casa, ya había pasado casi una semana de lo ocurrido en el jardín y vi al electricista que volvía a retomar su labor, por lo que apenas llegó fui a recibirlo. Lo intercepté antes que bajara del auto, tenía en los ojos una mirada distinta, tenía miedo en la mirada. Le pregunté si recordaba que había sucedido, que la explicación de Ana no me había dejado muy convencido, él dijo que mucho no recordaba y que lo que él pensaba no tenía sentido alguno, lo instigué a que me cuente, pero sus labios estaban sellados, parecía querer sacar de su cabeza aquel momento. Yo sabía que algo me ocultaba y que no lo quería decir, por lo que haciéndome el que no tenía importancia si recordaba o no, lo invité a que vayamos al jardín trasero para ver como podíamos iluminarlo. En un principio el hombre titubeó, trató de zafar de alguna manera pero se sintió intimidado o algo, aceptó de mala gana y lo llevé hacia el mismo lugar donde ambos habíamos acudido tiempo atrás para socorrerla a Ana. Crea usted que en ese lugar había un agujero en la tierra, al verlo, el hombre palideció increíblemente y salió corriendo de la casa como alma que corre el demonio. Entré azorado, confundido, una suerte de malestar comenzaba a atacarme, tomé más de medio litro de café para despertarme, salí al banco y al volver la encontré a Ana tendida en el sillón del living, durmiendo delicada, suave, una siesta merecida. Tal vez ella había podido dormir un poco más que yo, pero el ejercicio físico que había hecho, había sido agotador, al menos eso creo. Cuando salí del banco me había encontré con un amigo, fuimos juntos a beber unas pintas de cerveza y hablar un poco de la vida. Cuánto que tomamos, creo que yo solo me habré tomado cuatro o cinco pintas, sin nada en el estómago y sin ayuda de nadie tampoco, digamos que estaba un poquitín alegre, al llegar a casa, como le contaba, Ana estaba dormida en el sillón y podrá usted creer que el muy caradura de aquel imbécil que había clavado el clavo y ofrecídole el té, le estaba respirando en la cara, le echaba su fétido aliento en el angelical rostro de ella que dormía plácida. Al ver esto me le eché encima como un loco, debo aceptar que estaba muy borracho y que esto me hizo actuar de manera excesivamente violenta, lo tomé por la espalda y lo arrojé contra una pared, el hombre se puso de pie como si nada, se irguió frente a mí, no sé si este tenía el rostro deforme o que, pero juro que lo que vi en su rostro no era común. Las bolsas de sus ojos eran profundas y oscuras, sus pómulos prominentes, las cuencas de sus ojos parecían vacías y en lugar de su boca solo había dos largas hileras de colmillos, parecía una calavera humana, pero con dientes de piraña y cuernos de pudú, salió de él un grito agudo que hizo reventar todas las bombitas eléctricas de la casa y me tembló el pecho, vibró mi pecho como vibran los huesos y las entrañas con los tonos bien bajos, tuve tanto miedo que me hice encima, siento vergüenza de decirlo, pero así fue, No se hizo pis? Defecó, pero no se hizo pis? preguntó sorprendido Sinclair, Es usted muy despierto Sinclair, hace meses que tengo una sonda puesta para vaciar mis riñones, por algún motivo dejé de orinar, hace meses que todo funciona bien, pero no orino, Siga, por favor, siga que estoy fascinado, pidió Sinclair, En fin, como le decía, me hice caca encima, el hombre rió alocado me golpeó con una lámpara de pie que tenía cerca, La misma lámpara que la del electricista? quiso saber Sinclair, Si, claro! yo no lo había notado antes, me azotó con esa lámpara en el rostro y caí al suelo desmayado. Me despertó el electricista, el mismo que había huido tres días atrás, me pidió disculpas por haber huido, pero que no estaba todavía fuerte espiritualmente para proseguir con su labor, que ahora si, que ahora podía que había conseguido un amuleto con el que se sentía protegido por lo que concluyó el trabajo y se fue, antes de irse se acercó a mi me entregó un dije con una inscripción en zendo, una vieja lengua muerta hace rato, el electricista la puso en la palma de mi mano y me dijo, estas son las palabras que Zoroastro utilizó contra el maligno, no hace falta que las digas, solo dejate puesto el dije y el mal estará lejos de tí, la factura del electricista llegó por correo unos días más tarde, dentro del mismo sobre había un papel con un número de cuenta bancaria para que hagamos el depósito de la misma. Como podrá imaginar el obrero aquel no volvió más a la casa, yo por las dudas llevaba el dije y en casa parecía haber vuelto todo a la normalidad, terminaron todos de hacer su trabajo y la casa quedó preciosa. Por primera vez en mucho tiempo Ana y yo tuvimos intimidad y tranquilidad, pero en vez de disfrutarlo no sé que nos pasó, yo comencé con este problema de no poder orinar, por lo que estuve internado un tiempo, me hicieron la sonda, Ana me acompañó, pero estaba distinta, el vientre le había crecido, estaba hinchado como si estuviera embarazada, pero ni los análisis de embarazo ni las ecografías daban algo, además de esto Ana se encontraba distante, distinta, no me escribía más cartas y me sentía solo, ella ya no era la misma, no se ocupaba de mi ni de ella ni de nada, una mañana comenzó a sentir unos tremendos dolores abdominales la llevé al hospital, estaba haciendo un trabajo de parto, estábamos todos sorprendidos porque supuestamente no había bebé y de un momento a otro, Una pequeña explosión de aire salió desde su vagina, como si en vez de un bebé, hubiese estado llena de aire... no es así? Culminó Sinclair la frase del hombre que abrió sus ojos grandes, sorprendido. Si, si, como sabe usted? Luego de esto su mujer desapareció sin dejar rastro alguno, en un principio usted lo adjudicó a que había sido por el falso embarazo, como es lógico. Yo le recomendaría que la olvide, entiendo que usted aún la ama, pero Ana, no es más quien era, y no lo será más. Qué, no entiendo! De qué me está hablando usted... Sinclair lo miró con los ojos llenos de amor y tolerancia, comprendía el dolor de aquel hombre pero ya era tarde para hacer cualquier cosa, Lléveme a su cuarto, le pidió el hombre se puso de pie por primera vez desde que había llegado Sinclair, tomó la bolsita de pis con él y fueron al piso superior donde estaba su habitación, al entrar en la misma Sinclair como un Zahorí se dirigió hacia la cama con una llave abrió un pequeño hueco en el yeso y desclavó un clavo, el hombre se sorprendió y cayó sentado en la cama, con la bolsa de pis aún en la mano, No lo quitó, no lo quitó nunca... No, es una antigua brujería, clavando un clavo en la pared diciendo las frases correctas pasa lo que a ti te sucede, no puedes orinar, es el conjuro por clavos, al igual que el falso embarazó de tu mujer, aquel hombre le dio un té con algún tipo de analgésico al que agregó huevos de hormiga y semillas de pino negro y euforbio, el cual hinchan el vientre de la mujer con aire, haciéndole creer que es algo así como un embarazo, hasta que revienta por el aire, no cabe duda que tu mujer estuvo poseída por algún demonio, tal vez por la misma Lilith, primer mujer de Adán que lo abandonó por Satanás, no sé, lo más seguro que el que la escogió lo hizo para que la misma sea la madre de su hijo carnal y tratar así de traer su espíritu hecho carne al reino de los vivos... Lo que usted me dice es una locura Sinclair, Qué quiere que le diga, a los hechos me remito, va a encontrar a su mujer en la casa de aquel obrero, que realmente no es obrero, es algún brujo o hechicero que hizo un pacto con el mismo demonio, de allí sus alucinaciones, de allí que su mujer lo dejó cuando el le echó su aliento amoroso, solo con acercarse lo suficiente y respirarle en el rostro es motivo más que suficiente para que ella se enamore del brujo sin dudarlo, olvidando todo dejándolo a usted atrás sin recordarlo siquiera. Por esto usted acudió a mi, la vio hace poco en el hospital cuando fue a renovar su sonda, ella estaba embarazada y feliz, la vio, seguramente la vio con aquel brujo, y no se animó a hacer nada, ésta vez no estaba ebrio y la vez que lo estuvo sintió batirse con el mismo Satanás. Lo lamento, pero sí, aunque le cueste creerlo, le tendría que haber hecho caso a los hombres que se encargan de las aflicciones del espíritu cuando se lo dijeron. Ahora Ana está esperando al hijo de algún demonio y no hay nada que usted pueda hacer, Los voy a matar y salvaré al mundo dijo en un arrebato de valentía, Sinclair lo miró con pena, casi con lástima, Ya tuvo su oportunidad, tuvo todo en sus manos para resolverlo antes, deje ahora que Dios actúe tranquilo y aplique él, el juicio que cada uno merece.

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