viernes, febrero 08, 2008

Tiziano, un argentinito en Colonia -- Cuento dedicado a María Trabucco Campás

A María Trabucco Campás
Le pegó una chupada profunda y larga al mate mientras sus ojos seguían clavados en el horizonte teñido por todos los colores del atardecer. Tenía la mirada perdida, como buscando las luces de Buenos Aires que está justito enfrente, de cuando en vez se puede ver, si es que la polución se fue para otros lados, como brilla en el horizonte la capital del país vecino de donde él es oriundo. Hace tanto tiempo ya que había dejado atrás los kilómetros de concreto y asfalto, la locura de las calles y avenidas, las grandes e incontables discotecas, restaurantes, teatros, cines, todo lo que una gran ciudad ofrece a los que allí residen o visitan. Estaba justo enfrente, en la dulce y buena Colonia de Sacramento, con sus casas bajas y coloniales en el casco céntrico, de pocos edificios, con paisaje verde y fértil alimentado siempre por el ancho y marrón Río de la Plata. Torció un poco el hombro hacia adelante y cebó su mate echándole un certero chorrito de agua caliente. Cómo había cambiado su vida, se fue de laburante para cambiar el aire, pero en Colonia están todos locos, piensan que todos los que allí viven son turistas, se cobran unos sueldos de mierda y los precios para cualquier cosa, casi casi se hacen prohibitivos para el laburante. Se deshizo de un sacudón de las memorias que le venían del viejo barrio de Gleu lleno de árboles y lugares verdes donde siempre volvía con las rodillas sucias y el alma plena, lo dejaba atrás para abrir paso al pensamiento de qué hacer esa misma noche. Era fin de semana, invierno, por lo que en cualquier momento podía llegar la sudestada y descargar la tormenta sobre las callejas empedradas, llenar todo de agua, la plaza de armas, el faro, la costanera, los límites del pueblo que están más allá tanto al oeste ruta a Carmelo o al norte hacia Nueva Helvecia. Puta que había crecido el pueblo, se había llenado de hoteles, el cine del hotel Royal estaba cada vez más venido a menos y practicamente ya nadie iba, además que las películas que pasan son viejitas y a veces es mejor ver los dos o tres canales de aire que están más al día con los estrenos hollywoodenses. Tal vez más tarde, cuando la luna corone el cielo del paisito de don Mario, y las estrellas refulgentes guíen a los marineros que hacen costa en el puerto de la pequeña ciudad a orillas del río, se pondría la mejor pilcha y saldría en el ciclomotor a dar vueltas por las callecitas del centro, seguro pararía en la plaza donde se encontraría con unos amigos donde harían base para determinar a donde es que irían esa noche, si estaba lindo y no enfriaba, se irían a la playa, a algún parador a tomar algo entre todos y más tarde a uno de los boliches que están ahi cerquita de la orilla. El fin de semana pasado había conocido a una turista brasilera que con sus movimientos de cadera y su mirada gatuna, había sabido conquistar su pantalón, tal vez este fin de semana tuviera un poco más de suerte y la hija de la panadera, Sofía, le diera un poco de bola y si el viento soplaba a favor la podría invitar a pasear por la costa del río al atardecer. Los atardeceres de Colonia son los más lindos del planeta, no sé si es por esa mística que guardan sus calles, por el románticismo uruguayo que inunda el corazón de quien los visita o simplemente por la simpleza y dulzura de su gente. Fue duro al principio, todos sabemos que los principios son duros, sobre todo para el que migra de una gran ciudad llena de mentes dispuestas a pensar no más que en dinero, a una ciudad pequeña, en comparación, pero con un corazón gigante que vale en oro lo que pesa. A él la gente lo miraba distinto, lo trataba distinto, no dejó nunca de ser el argentinito, aunque ahora lo tengan como a uno más de la manada, sobre todo desde que aprendió a cebarse el mate con la misma mano que sostiene la calabaza llena de yerba. Cambió su vida para vivir más tranquilo, y de algún modo lo había conseguido, conseguir trabajo fue el primer desafío, tenía unos manguitos ahorrados con lo que pudo alquilar si primer bulín a la salida del pueblo donde los alquileres son más económicos. Qué sabés hacer pibe? le preguntaban cuando golpeaba puertas ofreciendo sus servicios, a lo que contestaba, sé hacer lo que hago y lo que no sé hacer lo aprendo como usted me lo enseñe. Así comenzó con algunas changuitas puliendo los bronces de algunas aberturas, lijando y barnizando las maderas de puertas y ventanas, barriendo veredas, y en esas vueltas que tiene la vida, un día como hoy, la conoció. Ella es Sofía, la dulce Sofía, que lo encontró barriendo la cuadra de la panadería y lo vio tan pero tan flaco que sacó media docena de bizcochos dulces y salados y se los convidó, sus ojos brillaron como dos esmeraldas cuando recibió semejante presente, la hambruna que sentía le hacía crujir las entrañas, dominando la desesperación, pudo comer masticando despacito cosa que no le caigan mal los bizcochos, pero como le iban a caer mal si la hermosa Sofía de gran corazón se los había dado sin fines de lucro. Por ser él medio desfachatado pudieron cruzar un par de palabras, ella se sonrojaba cuando él le sonreía y le clavaba la mirada profundo en el alma, sentía ese cosquilleo que la recorría desde la entrepierna hasta sus mejillas y sonreía y contestaba pícara ante cada uno de los embates del noble caballero. Todo estaba bárbaro con ella, las cosas iban de mil maravillas, hasta que una noche donde los vapores etílicos estaban por doquier, él rechazado por Sofía debido al pedo que este traía, se abalanzó sobre los brazos de otra que lo venía fichando hace rato. El corazón de las mujeres es un misterio inexplicable, pero se entendió bien el por qué, a partir de ese día ella no lo miró más, y mirá que hizo lo posible para que ella lo perdone... robó pelones de un plantío cerca de la olvidada plaza de toros donde el celoso celador de la misma lo persiguió por cuadras con una vara en la mano, se disfrazó de burro y paseó por las calles de la ciudad humillándose con tal que ella lo perdone, hizo con pequeñas conchas marinas un dibujo de un corazón partido justo enfrente de la panadería y nada... el corazón de Sofía parecía no reponerse nunca de tal decepción, aunque él guardaba cierta esperanza que el correr del tiempo se encargaba de ir lesando y mermando de tal forma que casi casi estaba por darse por vencido, cuando de pronto, como si la noche le trajese el lucero a seguir, o mismo la vida le diera una segunda oportunidad, del otro lado de la costanera divisó la silueta de ella, sí, de la hermosa y dulce Sofía que caminaba cabizbaja y silenciosa, pateando piedritas, con la mirada clavada en el piso, meditabunda. No podía creerlo, el sol ya estaba cayendo y los primeros luceros de la noche empezaban a brillar en el cielo, se llenó de gozo deshaciendo los planes de salir con el ciclomotor a ver a los muchachos, a pasear por las calles de ir a la playa a beber unos tragos, todo estaba cambiando a cada paso que ella daba acercándosele. Se dio vuelta dándole la espalda con tal que ella no lo reconozca y se fuera con sus penas a otros lados, él podía devolverle la sonrisa. Miraba por sobre el hombro inquieto e impaciente esperando como el felino espera a la gacela para tirársele al cuello y de un solo mordisco poseerla. Cuando la tuvo a un metro de distancia cebó rápido el mate y lo estiró hacia ella que sorprendida lo miró con los ojos grandes, profundos y oscuros, las pestañas enormes y largas largas.
-Cómo andás botija?- le dijo sonriendo despacito y con fuerza.
-Emocionado, es la primera vez en mucho tiempo que veo tus ojos... también ando un poco triste...
-Y vos por qué estás triste?
-Te veo así, y se me rompe el corazón, si yo no fuera un huevón vos estarías de novia conmigo y si estuvieras de novia conmigo haría todo para que seas feliz.
-Ay Porteño chamuyero- le dijo ella sonrojada, él le tomó la mano con las dos manos, previamente había dejado el termo y el mate por ahí, dio un paso acercándose, logrando más intimidad.
-No soy chamuyero Sofía, si no hubiese sido por vos nunca hubiera soportado vivir tan lejos de mi tierra, de mi gente, tu corazón, la melodía de tu voz, la profundidad de tu mirada lograron en mi algo insólito, algo que no me había pasado nunca, desde la vez que me diste los bizcochos esos que lo único que quiere mi corazón es estar con vos toda la vida, estoy aburrido, nada me sacía, sólo saber que te veo de cuando en vez caminando por las calles me hace salir a buscarte, aunque sea solo para mirarte de eljos y soñar... he hecho mil locuras para reconquistar tu corazón, pero ni siquiera me diste una mirada y a pesar del tiempo nunca perdí la esperanza que sintieras y supieras que mi vida no vale un cuerno si no estamos juntos.
-Tampoco fue tan terrible todo...
-Tal vez para vos no lo fue Sofía, pero no sabés lo duro que es alejarte de todo lo que conocés, de todo lo que querés y empezar de cero, en un lugar donde primero te tratan como nada y con el tiempo te adoptan, pero siempre vas a ser distinto, siempre voy a ser el argentinito para ustedes, además sumale el hecho de haber conocido a la mujer de mi vida, a esa mujer que daría sentido a mi vida, un futuro, una familia.
-Ay que cosas tan lindas que me decís, ojalá fuera cierto.
-Lo es! por qué dudas de mi?
-Los hombres son todos viles - dijo Sofía aguantando la lágrima que estaba por salir - dicen palabras dulces con tal de pasarnos por las sábanas y nada más, después nos deshechan como si nada...
-Es verdad Sofía, los hombres somos así, yo también lo soy con todas las mujeres que conocí, pero no con vos, con vos y por vos lo soportaría todo.
-No mientas más Tiziano, no sabés lo que estás diciendo- su tono sonó desafiante, indudablemente ella sabía algo que él no.
-Si me das el si, me caso con vos cuando vos quieras, mi vida no vale si tu mano no la guía.
-Estoy embarazada Tiziano, y quién sembró la semilla en mi vientre al enterarse se fue a vivir a Nueva Palmira...
-No puede ser - se sorprendió él.
-Lo acabo de dejar en la terminal de bus, desde allí vengo caminando, creo que me voy a suicidar.
-Pero no seas tonta Sofía, como te vas a suicidar!? Estarías matando a tu hijo también, no puedo permitirlo.
-Qué te puede importar a vos si ni siquiera sos el padre?- esas palabras salieron como una daga fría que se clavó en el corazón de él.
-No te suicides, aceptame como esposo y prometo ser el padre más amoroso que jamás hayas visto, compartí tu vida conmigo, dame ese único honor.- Sofía lo miró sorprendida, sabía que Tiziano era un buen hombre que podría ser un gran padre, dulce amante, trabajador y aguantador en todas las necesidades que pudieran tener, además la amaba como nadie nunca lo había hecho, ella lo sabía, lo notaba en su mirada. Lo besó, la besó, se besaron, con un beso profundo y sincero que venía gestándose hace tiempos. Se apretaron uno contra otro con pasión y calor sinceros. Se miraron a los ojos, ambos emocionados hasta la médula y leyeron en esos ojos que se fagocitaban unos a otros, que un futuro pleno y hermoso los estaba esperando con los brazos abiertos.

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